Por: Centro de Salud Conectemos
Todos tuvimos en nuestra etapa escolar, un compañero de clase que era poco integrado, que tenía gustos particulares y que parecía no interesarse en lo más mínimo por las mismas temáticas del resto de sus compañeros. A aquellos niños, les denominábamos “Frikis” o “Raros”, pues efectivamente, parecían no hacerles gracia los chistes que al resto sí y daban la impresión de disfrutar más el tiempo a solas que en compañía de sus compañeros. A menudo nos consultan si el síndrome de asperger es algo nuevo, “…es que antiguamente estos niños no se veían, yo no me recuerdo de ninguno por lo menos…”, y la respuesta es sencilla: El asperger siempre existió, pero no existía ni el aporte técnico ni la preparación profesional para desarrollar la correcta derivación de sospecha ni tampoco la especialidad profesional, para generar el diagnóstico con el que hoy en día sí podemos contar.
El Síndrome de Asperger es considerado como parte del trastorno del espectro Autista (TEA) y es conocido en la actualidad, como Autismo de alto funcionamiento, pues efectivamente, el nombre es sumamente apropiado, puesto que el niño con esta condición tiene un funcionamiento cognitivo completamente adecuado y su principal sintomatología, responde a una clara falencia en las habilidades sociales y comunicativas, y claro está, a la interpretación de un lenguaje cotidiano, que le impide parcialmente una correcta asociación de códigos implícitos en la interacción.
La buena noticia es que a través de un correcto y temprano diagnóstico, sumado a un trabajo profesional en psicoterapia, los resultados en la inclusión e integración pueden ser muy alentadores, aun cuando es de larga data. Algunas de las características más comunes entre estos niños son su léxico formal y pronunciación particular, la estructura de su pensamiento, la poca destreza motriz, su interpretación literal del lenguaje, sus intereses restringidos, su memoria inusual centrada en detalles y la poca adaptación a las nuevas situaciones, por lo mismo se apegan estrictamente a una rutina.
Es justamente en el tema de la rutina donde se ha cometido en terapia, durante mucho tiempo, el error de intentar darle continuidad a aquel patrón rutinario, pues de esta forma no se generan respuestas angustiosas de parte del niño. Sin embargo, la nueva intervención afirma que si existe un vínculo adecuado y de confianza entre el terapeuta y su paciente, no debe existir el temor de presentar variaciones en la rutina, puesto que de esta forma se está entrenando al niño a tolerarla y enfrentarla de forma segura y contenida.
“El vínculo entre el paciente y el psicólogo es fundamental para el éxito de una terapia en niños con Trastorno del Espectro Autista, no importa el nivel en que se encuentre, si el niño no se siente en confianza y no genera un lazo, el tratamiento no será efectivo, hay que mencionar que este tipo de terapia son largas y pueden necesitarla en diferente etapas de la vida”, asegura Heinz Huaiquil, psicólogo infanto- juvenil del Centro de Salud Emocional y Familiar Conectemos.
Es muy importante agregar que la principal causa de la derivación a terapia, es a propósito de la poca integración escolar a la que estos niños son sometidos. Puesto que siempre es necesario considerar que en una sala de clases conviven 40 diferentes condiciones y realidades (TEA, TDAH, DEA, DI) y los establecimientos educativos, deben garantizar el bienestar de cada uno de los alumnos, tengan o no un diagnóstico. Y la forma más eficiente de hacerlo, es entregar de forma completa la psicoeducación a toda la comunidad educativa, eso involucra no solo al alumnado, sino que también a los padres y apoderados, cuerpo docente y equipo directivo. En donde se eduque sobre los ya mencionados diagnósticos de forma profunda.
Si se logra, con la terapia correcta, encontrar cuales son las habilidades y los intereses de los niños con asperger se pueden convertir en adultos muy adaptados con un desempeño laboral eficiente y lo mismo en sus habilidades personales.
Finalmente, siempre hay que tener en consideración que un diagnóstico no define a un niño, y siempre hay que verlo más allá en su particularidad.